Y llegaron los días más ansiados aunque no
los más soñados. Nadie pensaría vivir una novena como la que nos tocará vivir,
ni un 15 de agosto sin oler a nardos y jazmines por las calles de Alcalá. Pero
ese olor, que se personifica en Madre, este año nos espera en Santiago, porque
Ella ha decidido bajar a su pueblo y arroparnos cuando más lo necesitamos.
Alcalá lo sabe; se engalanan los aledaños de la parroquia de mano de unos
jóvenes enamorados de su Madre para celebrar los días más grandes del año y es
que no hay virus en el mundo que pueda con el amor a María.
Todo es poco para nuestra Patrona, no faltan
luces, colgaduras, banderas, gallardetes ni plegarias, disfrutando como si nada
hubiera pasado a la vez que se ciñen las mascarillas para cuidar los unos de
los otros. Cada adorno es una oración, cada nardo un Ave María, esperando que
no nos toque de cerca la pandemia que nos acecha, ni volver a vivir un mes de
agosto como este pero viviéndolos todos como siempre, con Ella.
Quizás no salga, quizás no la veamos bajo una
lluvia de buganvillas y claveles, ni oigamos el revoloteo de sus palomas cuando
despiertan en las levantá, pero durante nueve días la tendremos bien cerca,
velando por todos los alcalareños, velando por nuestra ciudad. Porque cuando
peores son los momentos más cerca necesitamos tener a nuestra Madre. Nos se nos
quita nada sin darnos a cambio.
Llegan los días grandes, llegan los días de
la Virgen, Santa María del Águila Coronada, y Alcalá lo sabe.
Paloma Castillo
González